Reflexión sobre la
Vocación Docente
La vocación
docente para mí es algo que tiene que ser a toda prueba, es el interés por la
justicia, por el derecho que todos tenemos a superarnos, a ser más, la
convicción de que somos capaces de modificar realidades y hacerlas más
favorables para quienes empiezan el camino de la vida, esto lo explicita muy
bien un escritor español en su siguiente
frase: “La vocación no es un propósito,
ni un proyecto. Es algo previo a todo eso. Es algo que se nos impone
desde dentro de nosotros mismos con fuerza irresistible, de modo que si no lo
conseguimos frustramos nuestra vida.” (Gracia. Diego, 2007, Universidad
Complutense de Madrid).
Por todo esto es
que, hoy en día si nos enfrentamos a elegir esta carrera, como algo que
realizaremos en toda nuestra vida, debemos estar conscientes que la labor
docente implica; dormir tranquilo porque
sabes que hiciste el mejor esfuerzo, dormir preocupado porque un alumno tiene
problemas en su familia, es dormir intranquilo porque tenemos deudas, hijos,
familia y hogar. Hoy debemos desafiar todas estas situaciones y proyectarnos
con energía a lo que nos espera, no sólo enseñar, sino motivar y acompañar la
construcción de un aprendizaje para la vida, para una buena vida.
“Una instancia vital para enfrentar grandes desafíos en
educación es la vocación docente, la cual nos libera de temores e influye en
gran medida en el constante desarrollo personal, cuyo objetivo es entregar una
mejor calidad de enseñanza a quienes son los actores principales de la
educación, nuestros alumnos” (Munizaga, Bernarda Araya, 2006, Universidad
Alcalá de Henares). Cuando esto se pone en práctica los beneficiados son los
alumnos y los profesores ya que con esto podemos sentirnos satisfechos y
autorrealizados en nuestro trabajo.
Si bien es cierto que tradicionalmente la vocación ha estado
indisolublemente unida al maestro y el enseñar se ha considerado un arte, estas
dos ideas, que gozaron de unanimidad durante mucho tiempo y que permanecen
todavía en la mente de muchas personas, han evolucionado obligatoriamente con
los cambios sociales, sin embargo también es cierto que para enseñar se
necesitan determinadas competencias para ejercer y no todos las tienen, en este
caso García Garrido resalta que “no todo el mundo sirve para esta profesión, en
contra de lo que tan a menudo se cree; hace falta tener el perfil personal
adecuado”. Esto nos hace hacernos mucho
más responsables de nuestro quehacer educativo que cualquier profesión, más que
cualquier otra actividad profesional, significa tener un desempeño ético
adecuado y hacer lo que amamos entregando lo mejor día a día.
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